Meditaciones y apuntes para la fotohistoria portuense. Siglos XX y XXI
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Cuando los de dentro miran dentro (I) y (II)
A los fotógrafos locales les llegaron técnicas vanguardistas y la innovación estética que desarrolló una nueva dialéctica y un próspero discurso de la imagen que se mantuvo durante décadas.
(publicado en Diario de Cádiz el 2 de septiembre 2012)
Principiaba el nuevo siglo y la fotografía se prestaba a insólitos desafíos plásticos, comerciales e iconográficos. La ingente tarea taxonómica y divulgativa que realizó el medio fotográfico desde mediados del diecinueve, ahora se vería acompañada por un corpus creativo con aires de vanguardia. Aunque el retrato y la fotografía de composición escénica seguían teniendo gran profusión, se incorporaban a la patria de la mirada renovados estilos y tendencias de interés artístico tanto en la estructura de la imagen (pictorialismo, futurismo...) como en las técnicas y procedimientos pigmentarios utilizados (fresson, bromóleo, platino…). Asimismo la tecnología desarrolló nuevos utillajes; iluminación artificial innovadora, objetivos luminosos, cámaras portátiles muy manejables y películas de mayor fotosensibilidad que reducían de manera significativa el tiempo de exposición. En resumen, se pretendía que las fotografías obtenidas tuvieran cualidades extraordinarias y mantuvieran una dialéctica con el espacio y el tiempo para alejarse del simple hecho de representar sólo de manera axiomática la realidad.
Y digo esto porque a nuestros fotógrafos locales también les llegó esas manifiestas influencias renovadoras venidas de Europa y América. Destaca por sus tomas decididas Justino Castroverde García (1876-1956) que fue discípulo del reputado fotógrafo gaditano José Reymundo González (1869-1950) y que comenzó trabajando a domicilio para posteriormente atender a la clientela en su céntrico estudio. Con una actitud eminentemente documental, siendo ducho con la iluminación y los niveles de composición, Castroverde realizó en las tres primeras décadas del siglo un racimo de imágenes portuenses de bella manufactura; faenas bodegueras, las canteras de la sierra de San Cristóbal, encierros, procesiones, actividades en las salinas, escenas urbanas con el río Guadalete como protagonista…etc. Cierto es que el trabajo de Justino Castroverde destacó por su calidad procesal, pero también se preocupó de presentarlo a concursos y de publicarlo en ediciones especializadas, como en la Sociedad de escritores y artistas de Cádiz o en sus labores de corresponsalía gráfica para Blanco y Negro, ABC o La Unión Ilustrada entre otros medios.
El 19 de agosto de 1904 la Revista Portuense dejaba escrito en sus páginas: ”Hemos visto con gusto el muestrario de fotografías que ha exhibido al público en el estanco de la calle Larga, D. Justino Castroverde, por constituir una hermosa colección de fotografías artísticas que llaman mucho la atención por su reconocido mérito. Ha demostrado el señor Castroverde ser un notable fotógrafo”.
La carrera fotográfica de Castroverde comienza a tambalearse con el inicio de la Guerra Civil y los infortunios y desafueros sociales que produjo, incorporándose finalmente en 1946 como oficinista en Bodegas Osborne.
En esas décadas señaladas de comienzos de siglo Castroverde no estuvo ni mucho menos solo, también trabajaba activamente el ya mencionado Antonio Gutiérrez Gómez, quizás su más destacado competidor comercial, que incluso llegó a crear la Fundación Sociedad Fotográfica, ubicada en la calle Misericordia, y del que desgraciadamente no queda ningún rastrojo de su obra a pesar de haber producido un profuso trabajo. Decía textualmente su anuncio publicitario: ”En el Gran Salón Fotográfico Gutiérrez se hacen toda clase de retratos y por los distintos procedimientos conocidos hasta hoy día. Bromuros, platinos y el corriente con brillo satinado. Postales a 14 reales la media docena, retratos para billetes kilométricos que se hacen en el día y ampliaciones de tamaño natural al platino sin competencia. Calle Larga, nº 54”.
Del mismo modo quedan listados en los padrones y en el censo de fotógrafos operantes; José García Pajares, Ángel Martínez Sanz (Cruces 62), Manuel Sánchez Atalaya (Cielo 46), la agencia fotográfica La Sevillana (operativa desde 1920 en calle Larga 99), la sociedad Castillo y Rojas (activa desde 1910 a 1930) o Julio Gutiérrez Pérez aludido en La Verdad, revista que editaba el filántropo Elías Ahúja. Pero tiene mención especial por su gran apego a Castroverde y su formidable afición a la imagen Francisco Sánchez Pérez (1879-1943). Quico, como era conocido, ejerció a lo largo de su vida varios empeños laborales como oficinista, en una serrería o como agente comercial, por lo que la fotografía le era concebida como un ejercicio devocionario de gran intensidad, más que una completa profesión. En esa admirable laboriosidad, los documentos gráficos de Quico muestran una sociedad portuense activa con relación a los acontecimientos sociopolíticos, culturales y festeros que se sucedieron en esos años. Obras civiles, los toros, negocios, centros educativos, escenas costumbristas, ceremonias eclesiásticas… conforman un trabajo de enorme valor y reconocible legado patrimonial para la ciudad.
Al igual que el de Justino Castroverde parte del archivo de Francisco Sánchez Pérez de manera significativa y con el derecho a la resurrección fue donado al Ayuntamiento por la familia con la intención de que sus quehaceres fotográficos puedan ser disfrutados en usufructo de forma pública.
(II)
Y los fotógrafos tomaron la calle con soltura. Salieron de la protección que ofrecía el estudio para escudriñar un mundo plagado de ritos, ceremonias y de una inquieta modernización.
(publicado en Diario de Cádiz el 21 de octubre 2012)
Era la sociedad de las revistas ilustradas, del cine originario, de reinados, repúblicas, dictaduras y dictablandas, de trabajos artesanales, de la llegada de la electricidad a las ciudades, de inventos y descubrimientos como la lavadora, la penicilina, el radar... de la antesala de la Guerra Civil y de los ismos artísticos y políticos; cubismo, surrealismo, fascismo… donde paralelamente y ojo avizor (en Cádiz se usa el término al liquindoi) la fotografía se ejercía con una artisticidad renovadora y una exuberante y hermosa preponderancia visual.
Las duras faenas del campo y la mar. Los negocios de diario; las panaderías, los ultramarinos, las pescaderías. Las catedralicias labores de la piedra en la sierra de San Cristóbal, las procesiones patronales, las familias más o menos pudientes o los acontecimientos festeros estaban al albur del objetivo de estos dos excelentes fotógrafos portuenses.
(publicado en Diario de Cádiz el 2 de septiembre 2012)
Principiaba el nuevo siglo y la fotografía se prestaba a insólitos desafíos plásticos, comerciales e iconográficos. La ingente tarea taxonómica y divulgativa que realizó el medio fotográfico desde mediados del diecinueve, ahora se vería acompañada por un corpus creativo con aires de vanguardia. Aunque el retrato y la fotografía de composición escénica seguían teniendo gran profusión, se incorporaban a la patria de la mirada renovados estilos y tendencias de interés artístico tanto en la estructura de la imagen (pictorialismo, futurismo...) como en las técnicas y procedimientos pigmentarios utilizados (fresson, bromóleo, platino…). Asimismo la tecnología desarrolló nuevos utillajes; iluminación artificial innovadora, objetivos luminosos, cámaras portátiles muy manejables y películas de mayor fotosensibilidad que reducían de manera significativa el tiempo de exposición. En resumen, se pretendía que las fotografías obtenidas tuvieran cualidades extraordinarias y mantuvieran una dialéctica con el espacio y el tiempo para alejarse del simple hecho de representar sólo de manera axiomática la realidad.
Y digo esto porque a nuestros fotógrafos locales también les llegó esas manifiestas influencias renovadoras venidas de Europa y América. Destaca por sus tomas decididas Justino Castroverde García (1876-1956) que fue discípulo del reputado fotógrafo gaditano José Reymundo González (1869-1950) y que comenzó trabajando a domicilio para posteriormente atender a la clientela en su céntrico estudio. Con una actitud eminentemente documental, siendo ducho con la iluminación y los niveles de composición, Castroverde realizó en las tres primeras décadas del siglo un racimo de imágenes portuenses de bella manufactura; faenas bodegueras, las canteras de la sierra de San Cristóbal, encierros, procesiones, actividades en las salinas, escenas urbanas con el río Guadalete como protagonista…etc. Cierto es que el trabajo de Justino Castroverde destacó por su calidad procesal, pero también se preocupó de presentarlo a concursos y de publicarlo en ediciones especializadas, como en la Sociedad de escritores y artistas de Cádiz o en sus labores de corresponsalía gráfica para Blanco y Negro, ABC o La Unión Ilustrada entre otros medios.
El 19 de agosto de 1904 la Revista Portuense dejaba escrito en sus páginas: ”Hemos visto con gusto el muestrario de fotografías que ha exhibido al público en el estanco de la calle Larga, D. Justino Castroverde, por constituir una hermosa colección de fotografías artísticas que llaman mucho la atención por su reconocido mérito. Ha demostrado el señor Castroverde ser un notable fotógrafo”.
La carrera fotográfica de Castroverde comienza a tambalearse con el inicio de la Guerra Civil y los infortunios y desafueros sociales que produjo, incorporándose finalmente en 1946 como oficinista en Bodegas Osborne.
En esas décadas señaladas de comienzos de siglo Castroverde no estuvo ni mucho menos solo, también trabajaba activamente el ya mencionado Antonio Gutiérrez Gómez, quizás su más destacado competidor comercial, que incluso llegó a crear la Fundación Sociedad Fotográfica, ubicada en la calle Misericordia, y del que desgraciadamente no queda ningún rastrojo de su obra a pesar de haber producido un profuso trabajo. Decía textualmente su anuncio publicitario: ”En el Gran Salón Fotográfico Gutiérrez se hacen toda clase de retratos y por los distintos procedimientos conocidos hasta hoy día. Bromuros, platinos y el corriente con brillo satinado. Postales a 14 reales la media docena, retratos para billetes kilométricos que se hacen en el día y ampliaciones de tamaño natural al platino sin competencia. Calle Larga, nº 54”.
Del mismo modo quedan listados en los padrones y en el censo de fotógrafos operantes; José García Pajares, Ángel Martínez Sanz (Cruces 62), Manuel Sánchez Atalaya (Cielo 46), la agencia fotográfica La Sevillana (operativa desde 1920 en calle Larga 99), la sociedad Castillo y Rojas (activa desde 1910 a 1930) o Julio Gutiérrez Pérez aludido en La Verdad, revista que editaba el filántropo Elías Ahúja. Pero tiene mención especial por su gran apego a Castroverde y su formidable afición a la imagen Francisco Sánchez Pérez (1879-1943). Quico, como era conocido, ejerció a lo largo de su vida varios empeños laborales como oficinista, en una serrería o como agente comercial, por lo que la fotografía le era concebida como un ejercicio devocionario de gran intensidad, más que una completa profesión. En esa admirable laboriosidad, los documentos gráficos de Quico muestran una sociedad portuense activa con relación a los acontecimientos sociopolíticos, culturales y festeros que se sucedieron en esos años. Obras civiles, los toros, negocios, centros educativos, escenas costumbristas, ceremonias eclesiásticas… conforman un trabajo de enorme valor y reconocible legado patrimonial para la ciudad.
Al igual que el de Justino Castroverde parte del archivo de Francisco Sánchez Pérez de manera significativa y con el derecho a la resurrección fue donado al Ayuntamiento por la familia con la intención de que sus quehaceres fotográficos puedan ser disfrutados en usufructo de forma pública.
(II)
Y los fotógrafos tomaron la calle con soltura. Salieron de la protección que ofrecía el estudio para escudriñar un mundo plagado de ritos, ceremonias y de una inquieta modernización.
(publicado en Diario de Cádiz el 21 de octubre 2012)
Era la sociedad de las revistas ilustradas, del cine originario, de reinados, repúblicas, dictaduras y dictablandas, de trabajos artesanales, de la llegada de la electricidad a las ciudades, de inventos y descubrimientos como la lavadora, la penicilina, el radar... de la antesala de la Guerra Civil y de los ismos artísticos y políticos; cubismo, surrealismo, fascismo… donde paralelamente y ojo avizor (en Cádiz se usa el término al liquindoi) la fotografía se ejercía con una artisticidad renovadora y una exuberante y hermosa preponderancia visual.
Las duras faenas del campo y la mar. Los negocios de diario; las panaderías, los ultramarinos, las pescaderías. Las catedralicias labores de la piedra en la sierra de San Cristóbal, las procesiones patronales, las familias más o menos pudientes o los acontecimientos festeros estaban al albur del objetivo de estos dos excelentes fotógrafos portuenses.
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Cuando los de fuera miran dentro (I)
A lo largo de décadas, muchos fotógrafos foráneos se interesaron por El Puerto para ejercer un documentalismo que se separaba de la imagen oficial del régimen o para realizar campañas publicitarias transgresoras
(publicado en Diario de Cádiz el 4 de noviembre 2012)
Es obvio que El Puerto no es una ciudad de grandes edificios que se yerguen rígidos hacia el cielo, ni tiene esas fastuosas avenidas que centellean de noche con luz de neón, pero alberga distintivos y rasgos plenipotenciarios que han seducido a un sin fin de importantes fotógrafos foráneos ávidos de imágenes de corte documental o publicitario. A veces nuestra ciudad se ha vendido desde su propio territorio, y como protagonistas sus calles, monumentos y paseantes. Empero en otras ocasiones lo ha hecho desde lugares distantes donde organizaron campañas de las marcas emblemáticas o al retratar a los personajes más ilustres, como es el caso del marinero de las letras Rafael Alberti por Alberto Schommer (Vitoria, 1928) para su serie Máscaras realizada en 1985, y que incluye entre otros al filósofo José Luis Aranguren, al escultor Eduardo Chillida o al arquitecto Rafael Moneo.
Las firmas bodegueras como Osborne o Terry idearon, con la fotografía como base de su promoción publicitaria, campañas de ámbito nacional e internacional de sus productos que hoy día son un referente estético y mensajístico de ese retazo de la ensoñación que es la publicidad. Y eso lo sabe bien el fotógrafo Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931) que en los años sesenta dirigió las campañas del brandy Centenario Terry, con dos bellas modelos rubias extranjeras: Nico, de origen alemán y vinculada al destacado grupo de rock The Velvet Underground, que posaba con habilidad junto a la botella de malla amarilla y la frase “Usted sí que sabe”. Y Margit Kocsis, de origen holandés, que cabalgaba a pelo con blusa traslúcida sobre el corcel tordo de trote más voluptuoso que haya conocido nuestro país. Por su parte la publicidad de Osborne, siempre visionaria y anticipadora, contó de 1992 a 1995 con cuatro de los mejores nombres de la historia de la fotografía internacional para la realización de la campaña “Un poco macho un poco ángel” de su brandy Veterano: los norteamericanos Richard Avedon (1923-2004), Annie Leibovitz (1949) y Herb Ritts (1952-2002) y al germano Helmut Newton (1920-2004) que tomaron una modelo, un toro y el blanco y negro como denominador común para crear sus recurrentes y sensuales imágenes, que además de trasladar el mensaje dejaban claro su preponderancia en el arte contemporáneo.
En esta remembranza de visiones externas de El Puerto y serpenteando por los pasillos del Museo Nacional Reina Sofía (Sala 415, Humanismo y subjetividad. Fotografía documental en España) te das de bruces con una imagen de Ramón Masats (Barcelona, 1931) tomada en la calle Misericordia en 1965 y que es fiel reflejo de la sociedad del momento; un obrero con fajín, espuerta en la cabeza y un cigarro apoyado en la comisura de los labios, un kiosco de golosinas y unas niñas uniformadas prestas a entrar en el colegio de Las Esclavas. Y aunque hubo otros coetáneos, como el almeriense Carlos Pérez Siquier (1930) o el sevillano Rafael Sanz Lobato (1932), este reconocido autor catalán es uno de los más destacados ejemplos de la renovación estética y conceptual del documentalismo que se cimentó en el ecuador de la dictadura, y que con un exponencial neorrealismo registró la vida de las clases trabajadoras del campo, los cultos religiosos y festeros así como los fenómenos de modernización nacional que se estaban produciendo. A Masats, que visitó en muchas ocasiones nuestra provincia, lo han definido espléndidamente el fotohistoriador Publio López Mondéjar, “él fue el primer reportero de su generación, el que con mayor talento supo captar la cambiante realidad del país" y el director de cine Carlos Saura, “no creo equivocarme si digo que con él, se actualiza, renueva y moderniza el concepto de reportaje en España”.
Asimismo por esas mismas fechas de los cincuenta, el castellano-manchego José Ortiz Echagüe (1886-1980), conocido autor que ejerció el pictorialismo y por retratar los tipos, costumbres y monumentos del país, recaló por estas tierras para fotografiar el Castillo de San Marcos incluido en su proyecto España, Castillos y Alcázares que quedó finalmente publicado en 1956. Su obra es fácilmente reconocible ya que utilizaba una técnica de enorme plasticidad, el carbón sobre papel Fresson. Como ingeniero que era, Ortiz Echagüe fundó en 1923 Construcciones Aeronáuticas S.A. (CASA) y posteriormente desde 1950 presidió la firma de automóviles SEAT. Su prolijo legado se encuentra depositado y tutelado por la Universidad de Navarra.
(publicado en Diario de Cádiz el 4 de noviembre 2012)
Es obvio que El Puerto no es una ciudad de grandes edificios que se yerguen rígidos hacia el cielo, ni tiene esas fastuosas avenidas que centellean de noche con luz de neón, pero alberga distintivos y rasgos plenipotenciarios que han seducido a un sin fin de importantes fotógrafos foráneos ávidos de imágenes de corte documental o publicitario. A veces nuestra ciudad se ha vendido desde su propio territorio, y como protagonistas sus calles, monumentos y paseantes. Empero en otras ocasiones lo ha hecho desde lugares distantes donde organizaron campañas de las marcas emblemáticas o al retratar a los personajes más ilustres, como es el caso del marinero de las letras Rafael Alberti por Alberto Schommer (Vitoria, 1928) para su serie Máscaras realizada en 1985, y que incluye entre otros al filósofo José Luis Aranguren, al escultor Eduardo Chillida o al arquitecto Rafael Moneo.
Las firmas bodegueras como Osborne o Terry idearon, con la fotografía como base de su promoción publicitaria, campañas de ámbito nacional e internacional de sus productos que hoy día son un referente estético y mensajístico de ese retazo de la ensoñación que es la publicidad. Y eso lo sabe bien el fotógrafo Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931) que en los años sesenta dirigió las campañas del brandy Centenario Terry, con dos bellas modelos rubias extranjeras: Nico, de origen alemán y vinculada al destacado grupo de rock The Velvet Underground, que posaba con habilidad junto a la botella de malla amarilla y la frase “Usted sí que sabe”. Y Margit Kocsis, de origen holandés, que cabalgaba a pelo con blusa traslúcida sobre el corcel tordo de trote más voluptuoso que haya conocido nuestro país. Por su parte la publicidad de Osborne, siempre visionaria y anticipadora, contó de 1992 a 1995 con cuatro de los mejores nombres de la historia de la fotografía internacional para la realización de la campaña “Un poco macho un poco ángel” de su brandy Veterano: los norteamericanos Richard Avedon (1923-2004), Annie Leibovitz (1949) y Herb Ritts (1952-2002) y al germano Helmut Newton (1920-2004) que tomaron una modelo, un toro y el blanco y negro como denominador común para crear sus recurrentes y sensuales imágenes, que además de trasladar el mensaje dejaban claro su preponderancia en el arte contemporáneo.
En esta remembranza de visiones externas de El Puerto y serpenteando por los pasillos del Museo Nacional Reina Sofía (Sala 415, Humanismo y subjetividad. Fotografía documental en España) te das de bruces con una imagen de Ramón Masats (Barcelona, 1931) tomada en la calle Misericordia en 1965 y que es fiel reflejo de la sociedad del momento; un obrero con fajín, espuerta en la cabeza y un cigarro apoyado en la comisura de los labios, un kiosco de golosinas y unas niñas uniformadas prestas a entrar en el colegio de Las Esclavas. Y aunque hubo otros coetáneos, como el almeriense Carlos Pérez Siquier (1930) o el sevillano Rafael Sanz Lobato (1932), este reconocido autor catalán es uno de los más destacados ejemplos de la renovación estética y conceptual del documentalismo que se cimentó en el ecuador de la dictadura, y que con un exponencial neorrealismo registró la vida de las clases trabajadoras del campo, los cultos religiosos y festeros así como los fenómenos de modernización nacional que se estaban produciendo. A Masats, que visitó en muchas ocasiones nuestra provincia, lo han definido espléndidamente el fotohistoriador Publio López Mondéjar, “él fue el primer reportero de su generación, el que con mayor talento supo captar la cambiante realidad del país" y el director de cine Carlos Saura, “no creo equivocarme si digo que con él, se actualiza, renueva y moderniza el concepto de reportaje en España”.
Asimismo por esas mismas fechas de los cincuenta, el castellano-manchego José Ortiz Echagüe (1886-1980), conocido autor que ejerció el pictorialismo y por retratar los tipos, costumbres y monumentos del país, recaló por estas tierras para fotografiar el Castillo de San Marcos incluido en su proyecto España, Castillos y Alcázares que quedó finalmente publicado en 1956. Su obra es fácilmente reconocible ya que utilizaba una técnica de enorme plasticidad, el carbón sobre papel Fresson. Como ingeniero que era, Ortiz Echagüe fundó en 1923 Construcciones Aeronáuticas S.A. (CASA) y posteriormente desde 1950 presidió la firma de automóviles SEAT. Su prolijo legado se encuentra depositado y tutelado por la Universidad de Navarra.
Cuando los de fuera miran dentro (II) Koldo Chamorro |
Cuando los de fuera miran dentro (II)
Koldo Chamorro fue sin duda uno de los más importantes fotógrafos españoles. Desde mediados de los noventa pasó grandes temporadas en El Puerto, donde desarrolló proyectos fotográficos e inquietudes creativas
(publicado en Diario de Cádiz el 13 de enero 2013)
Depredador de instantes, ya para siempre es tuya.
Fragmentos, Ángel González
Para escribir este texto tengo que hundir mi mano en la memoria y remontarme por andurriales autobiográficos, pues la figura de Koldo Chamorro (Vitoria 1949 - Pamplona 2009) así lo exige. No se puede escribir ni una letra en la historia de la fotografía española, y por extensión en la portuense, sin citar a este autor prolífico y genial, con el que compartí, además de su credo, la sombra de los árboles y un capote remendado a modo de jergón. Creador de una particular cosmovisión, Koldo Chamorro se manifestaba con determinación conceptual y estética en sus ensayos fotográficos, de los que destacan por su magnitud y extensión temporal; El Santo Cristo Ibérico, España Mágica o Los Sanfermines. Aunque hay que reconocer que su versatilidad traspasaba las fronteras de los géneros y encaraba con habilidad cualquier proyecto, en epopeyas como las citadas es donde mejor fraguaba su universo fotográfico.
Recorriendo la península de cabo a rabo cientos de veces desde mediados de los setenta, Koldo consiguió con sus imágenes un elaborado y minucioso ejercicio de exhumación social y antropológico de un país que se despellejaba de una larga autarquía para entrar en una inocente democracia. Su mirada, desligada de cualquier discurso oficial, la fijó con razón en elementos de gran solvencia identitaria; los ritos religiosos y los de paganía, la vida de los pueblos y sus tradiciones seculares (Fuentelencina, Iturgoyen…), la tauromaquia, los mitos, los símbolos (la cruz cristiana), el folklore, los oficios y todo lo que oliera a pura acción etnográfica.
Pedagogo de profundos e intelectuales designios. Generoso defensor de la disciplina fotográfica desde atriles comunes (a veces vilmente incomprendido), Koldo Chamorro conformó y a su vez enseñó sin tapujos un predicamento compuesto por las más sorprendentes y variables materias; el lenguaje corporal, la semiótica, la literatura, la física cuántica, la filosofía oriental o la métrica musical, suponían una fuente ilustrada donde acudir en caso de necesidad creativa o de trazar a hilo de plomada sus teorías, talleres o reportajes. Por supuesto citaba con glosa poética a los fotógrafos que más le habían influenciado o que destacaban por la formalidad plástica de sus trabajos; el húngaro Brassaï, el mexicano Manuel Álvarez Bravo, los franceses Henri Cartier-Bresson, Guy Bourdin y Jeanloup Sieff, los norteamericanos Ralph Gibson e Irving Penn, el japonés Nobuyoshi Araki o los españoles Fernando Herráez, Javier Vallhonrat y Manel Esclusa entre otros muchos autores. Empero, cargaba enérgicamente contra aquellos que hacían fotos de pólvora y chispazo, que toman el camino de las engañifas provistos de raudales de efectismo y sin embargo desprovistos del andamiaje de la verdadera función creadora; la única que molesta a Dios y al diablo a partes iguales.
Desde 1997, año que lo conocí y comenzamos una intensa amistad, Koldo pasó largas temporadas en El Puerto instalado en mi casa donde organizamos y llevamos a cabo innumerables encargos y colaboraciones con medios como El País, Matador y Goldberg Magazine, Obras Sociales y ONGs, editoriales y empresas culturales como Mestizo o La Fábrica. Esta zona geográfica siempre le interesó por su diversidad y riqueza cultural; el flamenco de Jerez, la influencia metafísica del Coto de Doñana en la población Sanluqueña, los personajes singulares de la sierra, la calidad de la luz capitalina o las pesquerías ancestrales eran motivos principales de sus fotografías.
En una exposición realizada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1989, que organizó el influyente comisario Alejandro Castellote, colgó un retrato de un trabajador del reñidero de pollos ubicado en la calle Santa Clara, obra fechada en 1987. Una década después en su libro de la colección Photobolsillo, dedicado individualmente a fotógrafos españoles, africanos o latinoamericanos, publica otra de un albañil bajando una escalera en la reforma de lo que hoy son los apartamentos turísticos ‘Larga 70’. Asimismo de las cinco fotografías seleccionadas para el libro España Ayer y Hoy (Escenarios, Costumbres y Protagonistas de un Siglo) una de ellas la tomó en El Puerto en la fiesta de fin de año de 2000, donde la figura de la mujer tiene una especial relevancia.
Lo contaba su paisano Clemente Bernad en Nuestro fotógrafo decisivo, un fantástico artículo escrito con motivo de su prematura muerte, donde entre otras rotundas verdades dice que las fotografías de Koldo “no se agotan en una primera lectura, ni en una segunda, ni en una tercera… son pequeños laberintos donde cualquier camino es posible, donde reina la ambigüedad y el juego, donde todo son preguntas sin respuesta”.
Se marchó cogiéndonos con el paso cambiado, y particularmente a mi preparando la publicación de su libro “El Kapote”.
(publicado en Diario de Cádiz el 13 de enero 2013)
Depredador de instantes, ya para siempre es tuya.
Fragmentos, Ángel González
Para escribir este texto tengo que hundir mi mano en la memoria y remontarme por andurriales autobiográficos, pues la figura de Koldo Chamorro (Vitoria 1949 - Pamplona 2009) así lo exige. No se puede escribir ni una letra en la historia de la fotografía española, y por extensión en la portuense, sin citar a este autor prolífico y genial, con el que compartí, además de su credo, la sombra de los árboles y un capote remendado a modo de jergón. Creador de una particular cosmovisión, Koldo Chamorro se manifestaba con determinación conceptual y estética en sus ensayos fotográficos, de los que destacan por su magnitud y extensión temporal; El Santo Cristo Ibérico, España Mágica o Los Sanfermines. Aunque hay que reconocer que su versatilidad traspasaba las fronteras de los géneros y encaraba con habilidad cualquier proyecto, en epopeyas como las citadas es donde mejor fraguaba su universo fotográfico.
Recorriendo la península de cabo a rabo cientos de veces desde mediados de los setenta, Koldo consiguió con sus imágenes un elaborado y minucioso ejercicio de exhumación social y antropológico de un país que se despellejaba de una larga autarquía para entrar en una inocente democracia. Su mirada, desligada de cualquier discurso oficial, la fijó con razón en elementos de gran solvencia identitaria; los ritos religiosos y los de paganía, la vida de los pueblos y sus tradiciones seculares (Fuentelencina, Iturgoyen…), la tauromaquia, los mitos, los símbolos (la cruz cristiana), el folklore, los oficios y todo lo que oliera a pura acción etnográfica.
Pedagogo de profundos e intelectuales designios. Generoso defensor de la disciplina fotográfica desde atriles comunes (a veces vilmente incomprendido), Koldo Chamorro conformó y a su vez enseñó sin tapujos un predicamento compuesto por las más sorprendentes y variables materias; el lenguaje corporal, la semiótica, la literatura, la física cuántica, la filosofía oriental o la métrica musical, suponían una fuente ilustrada donde acudir en caso de necesidad creativa o de trazar a hilo de plomada sus teorías, talleres o reportajes. Por supuesto citaba con glosa poética a los fotógrafos que más le habían influenciado o que destacaban por la formalidad plástica de sus trabajos; el húngaro Brassaï, el mexicano Manuel Álvarez Bravo, los franceses Henri Cartier-Bresson, Guy Bourdin y Jeanloup Sieff, los norteamericanos Ralph Gibson e Irving Penn, el japonés Nobuyoshi Araki o los españoles Fernando Herráez, Javier Vallhonrat y Manel Esclusa entre otros muchos autores. Empero, cargaba enérgicamente contra aquellos que hacían fotos de pólvora y chispazo, que toman el camino de las engañifas provistos de raudales de efectismo y sin embargo desprovistos del andamiaje de la verdadera función creadora; la única que molesta a Dios y al diablo a partes iguales.
Desde 1997, año que lo conocí y comenzamos una intensa amistad, Koldo pasó largas temporadas en El Puerto instalado en mi casa donde organizamos y llevamos a cabo innumerables encargos y colaboraciones con medios como El País, Matador y Goldberg Magazine, Obras Sociales y ONGs, editoriales y empresas culturales como Mestizo o La Fábrica. Esta zona geográfica siempre le interesó por su diversidad y riqueza cultural; el flamenco de Jerez, la influencia metafísica del Coto de Doñana en la población Sanluqueña, los personajes singulares de la sierra, la calidad de la luz capitalina o las pesquerías ancestrales eran motivos principales de sus fotografías.
En una exposición realizada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1989, que organizó el influyente comisario Alejandro Castellote, colgó un retrato de un trabajador del reñidero de pollos ubicado en la calle Santa Clara, obra fechada en 1987. Una década después en su libro de la colección Photobolsillo, dedicado individualmente a fotógrafos españoles, africanos o latinoamericanos, publica otra de un albañil bajando una escalera en la reforma de lo que hoy son los apartamentos turísticos ‘Larga 70’. Asimismo de las cinco fotografías seleccionadas para el libro España Ayer y Hoy (Escenarios, Costumbres y Protagonistas de un Siglo) una de ellas la tomó en El Puerto en la fiesta de fin de año de 2000, donde la figura de la mujer tiene una especial relevancia.
Lo contaba su paisano Clemente Bernad en Nuestro fotógrafo decisivo, un fantástico artículo escrito con motivo de su prematura muerte, donde entre otras rotundas verdades dice que las fotografías de Koldo “no se agotan en una primera lectura, ni en una segunda, ni en una tercera… son pequeños laberintos donde cualquier camino es posible, donde reina la ambigüedad y el juego, donde todo son preguntas sin respuesta”.
Se marchó cogiéndonos con el paso cambiado, y particularmente a mi preparando la publicación de su libro “El Kapote”.
Un miembro más de la familia (I).pdf |
Rafa. Un miembro más de la familia (II).pdf |
Un miembro más de la familia (III).pdf |
Un miembro más de la familia
La ciudad siempre contó con buenos y prolijos estudios de fotografía regentados por profesionales independientes e innovadores que desarrollaron una intensa actividad.
(publicado en Diario de Cádiz los días 17 de marzo, 23 de junio y 4 de agosto de 2013)
Según dicen los decires los fotógrafos de estudio o de galería como también eran llamados, siempre fueron un miembro más de la familia, teniendo en cuenta que cámara en mano se encontraban en los acontecimientos más sobresalientes de la misma, en todo un recorrido de la vida de lactantes a senectudes.
Era la época donde se iluminaba para embellecer con naturalidad, se revelaba el material con recelosas fórmulas químicas aprendidas de antaño, se retocaban las placas a mano con pinceles de un solo pelo y sobre todo donde la figura del fotógrafo en la sociedad era un hermoso y respetado oficio nada desvirtuado.
Estudios Pantoja
Fundado por el asidonense José Pantoja Leal (1907-2000). Hombre versátil que además de la fotografía se dedicó a la representación de máquinas de coser Singer, a los créditos Rucas e incluso al mobiliario del hogar. El estudio fotográfico primigenio se encontraba en la calle Larga 80, donde además de atender a los portuenses, se destaca la intensa actividad realizada en los inicios de la Guerra Civil en 1936 para los carnets de afiliación de los soldados (muchos de ellos italianos). Con posterioridad el oficio lo aprende y lo ejerce hasta los años 90 su hijo mayor José María Pantoja del Puerto (1928-2001), que trasladado en calle Ganado 14, sigue realizado hasta su jubilación fotografías para las tarjetas de comuniones y álbumes de bodas.
Estudios Garpre
Fundado el 1 de abril de 1960 por Antonio García Estévez (1920-1990) y en la que ayudaba siendo una magnífica retocadora su esposa Presentación Cómez Oller (de ahí el nombre Garpre, de García y Presentación). El estudio estaba ubicado en la calle Luna 5. Se especializaron en retratos y recién casados (antes los novios se desplazaban al estudio fotográfico nada más terminar la ceremonia). Andando el tiempo es su hijo Manuel García Cómez (1945) quien además de realizar las labores propias del estudio, comienza a trabajar en el exterior del mismo para el Club Mediterráneo, la firma bodeguera jerezana González Byass o el parque acuático entre otros clientes con los que mantiene una larga relación laboral. La actividad de Estudios Garpre concluye en 2003, pero debemos mencionar en este sentido que existe una tercera generación de fotógrafos en la figura del hijo de Manuel García, Victor M. García Ruiz (1974) pero ya bajo la denominación comercial de Fotoartistica Oller (que toma el apellido de su abuela) y que actualmente se mantiene en activo en la Avenida El Tejar 10.
Estudios Cinephot
Fundado en 1975 por Antonio López Morilla (1926-2000), su esposa Antonia García Morales (1937) y su hermano José María (1942-1988). Dos años antes se instalan aquí venidos de la ciudad marroquí de Fez residentes desde 1960, donde ya tenían dos estudios fotográficos. Con anterioridad habían viajado por Francia y Argelia donde Antonio realizaba fotografías de reportaje y moda que se publicaban en las revistas ilustradas del momento.
En 1973 llegan a El Puerto y compran un local en calle Larga 84 para instalar un completo estudio con todos los adelantos técnicos: fondos pintados, cámara de placas Sinar 9x12 y Rolleiflex 6x6, un laboratorio a color…etc, así como la venta de material para aficionados que demandaban películas y revelados de copias, quedando divididas las funciones en Antonio como fotógrafo, realizando fundamentalmente retratos, bodas, bautizos y comuniones, José María en el laboratorio revelando las copias y Antonia, de gran personalidad y don de gentes, en la atención al público y como ayudante de su marido en el estudio. Cinephot es actualmente el estudio fotográfico más antiguo de la ciudad ya que sigue en activo gracias a la figura de José Luis Ramos Cairón y Ana María Guerrero García (sobrina de los fundadores), de los que hablaremos más adelante.
Rafael Pérez González, Rafa
Iba para delineante, trabajó como ebanista en bodegas Fernando A. de Terry, pero terminó siendo testigo irrenunciable a pulso fotográfico de la verdadera historia de esta ciudad en los sesenta, los setenta y los ochenta. En su totalidad se llamaba Rafael Pérez González (1931-1990), pero era conocido y es reconocido aún hoy por el apócope de Rafa. Sus coetáneos en tareas profesionales, sus amigos y familiares coinciden siempre para definirlo con los mismos adjetivos, pero sobre todo destacan su admirable talante humano y un registro visual propio planteado en sus múltiples facetas.
Rafa era el quinto de seis hermanos. Nacido en el barrio alto, concretamente en Cruces 37, residió en esa vivienda hasta que contrajo matrimonio con María José Pellicer Salas con la que tuvo cinco hijos; María José, Isabel, Rafael, Javier y Raúl. Los dos últimos siguieron la estela de su padre y son dos buenos profesionales que realizan proyectos fotográficos de publicidad, moda y reportaje social. Su vida la desarrolló en calle Cielo 70, donde comenzaba encendiendo las luces de su estudio y las terminaba apagando para trabajar en la penumbra roja del laboratorio.
Todo indica que Rafa comenzó a interesarse por la fotografía a través de su profesor Emilio Rasero Pardo (1909-1974), destacado aficionado de este medio que tanto ha ayudado a documentar las actividades de la ciudad en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Rafa cruzó el Estrecho y compró en Ceuta su primera cámara, una Kodak con la que inició una carrera que le llevó a publicar en revistas gráficas, la agencia EFE así como en las tareas de poner foto a los artículos que escribían los redactores de DIARIO DE CÁDIZ, especialmente los de su buen amigo Antonio Femenía. Aunque en tantos años de actividad gráfica también hubo otros a los que ilustrarles las crónicas, como Antonio Gutiérrez Ruiz o José Ignacio Buhigas, actual archivero municipal, que cuenta cómo cada día se llevaba a la redacción de la gaditana calle Ceballos las copias fotográficas recién secadas que Rafa revelaba con diligencia cotidiana.
La actividad enérgica y polivalente de este fotógrafo iba del exterior, realizando imágenes de inauguraciones municipales, autoridades públicas, el mundo taurino, entregas de premios, festividades religiosas, paisajes urbanos, política, personalidades, bodas y bautizos… al interior de su estudio tomando fotos familiares, retratos de niños, fotocarnet y comuniones.
Pionero que fue del fotoperiodismo desde el tardofranquismo a los primeros lances de la democracia, Rafa es una figura imprescindible para trazar la singladura fotográfica de nuestra particular sociedad.
Estudios Pielfort
Aún en activo y con varios hermanos dedicados íntegramente a la profesión de fotógrafos entre Jerez y Sanlúcar, Rafael Pielfort Romero (1949) montó en 1971 su primer estudio en régimen de alquiler en calle Palacios 37, para posteriormente comprar una casa en calle Luna 41 donde instaló un completo y moderno plató donde atendía a sus clientes; bodas, comuniones, trabajos publicitarios para firmas bodegueras o empresas del sector turístico. Como inquieto empresario que era Rafael Pielfort se convirtió en 1993 en uno de los fundadores de la cadena de televisión local Telepuerto, donde desarrolló el primer cargo de consejero delegado de la firma audiovisual que estuvo emitiendo ininterrumpidamente diecisiete años seguidos. Tras los nuevos métodos de trabajo, el estudio Pielfort cerró tras dos laboriosas décadas.
Estudios Miguel Ferrer
Fundado en 1994 por Miguel Ángel Ferrer Martí, nacido en Chanca 4 en el invierno de 1958, y proveniente de una familia alicantina (Calpe) establecida aquí como otras tantas atraídas por la importante actividad pesquera que tenía por aquellos años nuestra ciudad.
Recuerda Miguel Ferrer que su primer encuentro formativo con el medio fotográfico lo realiza junto a su hermano Vicente a principios de los 70 a través de la asociación de antiguos alumnos del colegio La Salle, donde se impartían cursos de iniciación.
Varios años después en el verano de 1975 comienza a colaborar activamente con Estudios Garpre en el Club Mediterráneo donde instalaron un laboratorio de blanco y negro y le hacían fotografías de recuerdo a los turistas que allí pasaban sus vacaciones. Esa colaboración con Antonio y Manuel García dura dos décadas, hasta que Miguel Ferrer junto a su esposa Isabel Palomero Ruiz de Arévalo, de la que insiste ha sido su apoyo incondicional, se independizan en el estudio sito en Avenida de la Constitución 3, donde aún continúan trabajando, junto a su cuñado Rafael Palomero que se incorpora años después en las labores de atención al público y el revelado de copias.
Miguel Ferrer ha prestando siempre mucha atención en la actualización de equipos de revelado desde los primeros Minilab, tanto para los aficionados y ofreciendo servicio a los profesionales. Asimismo como desde sus inicios sigue realizando bodas, actos sociales o las fotos de carnet y de estudio.
Estudios Cinephot (II)
La modernización y segunda etapa de Estudios Cinephot, que llega a tener tres locales en la ciudad (calles Larga 84, Antonio Fernández Sevilla 13 y Rodrigo de Bastidas 10) vienen de la mano de la pareja comprendida por José Luis Ramos Cairón (1964) y su esposa Ana María Guerrero García, sobrina de los fundadores.
José Luis se incorpora al estudio como dependiente en 1983, pero no tardó en quedar seducido por el medio y comenzó a formarse en técnicas de iluminación, revelados, marketing… para convertirse en fotógrafo profesional. Se especializa en retratos y bodas, convirtiéndose en uno de los profesionales más prestigiosos en esta materia de la ciudad, con su característica Hasselblad de la que no se separa hasta la llegada de los nuevos formatos digitales.
Andando el tiempo el inquieto y modernizador José Luis sigue asistiendo a talleres especializados de maquetación y programas de retoque, así como actualizando los servicios del negocio para sus clientes con kioscos digitales de autoservicio o ampliaciones de calidad impresas con plotter.
Estudios Chany
Fundado en 1997 por Sebastián Sánchez Jiménez (1971), aunque profesionalmente Chany comienza a trabajar en las lides fotográficas una década antes. El estudio se encuentra situado en la Avda. del Ejercito 13, y está especializado en reportaje social y niños. Actualmente es miembro de la junta directiva de AFOPCA (Asociación de fotógrafos profesionales de la provincia de Cádiz)
Estudios Sí Quiero
Fundado en 2002 por Miguel Sánchez Ivars (1978). Está situado en una preciosa casa típica portuense en Plaza de España 4, y además de fotografía realizan producción de vídeo y organización integral de bodas. Persona dinámica, Miguel Sánchez está muy vinculado al mundo cofrade y al asociacionismo comercial de la ciudad.
Estudios Alejandro
Fundado en 2011 por Alejandro Barroso Ricardi (1973). Está situado en la Avenida de la Diputación 1, una zona de gran alusión a nuestro caldo más característico, ya que el estudio se arropa entre las conocidas Bodegas Terry y el parque del Vino Fino. Formado de manera autodidacta y seducido por el disparo de la cámara Miranda Re2 de su padre, Alejandro Barroso se fue introduciendo poco a poco en el medio fotográfico con intenciones más creativas. Y lo hizo en los años 90 desde la perspectiva singular y plástica que ofrece el mundo cofrade en general y la Semana Santa en particular, llegando a conseguir cinco carteles oficiales en los concursos que organiza cada año el Consejo de Hermandades. Tras casi dos décadas alternando su trabajo en el ámbito de la construcción con el fotográfico, Alejandro Barroso se decide plenamente por la segunda actividad, creando un gabinete especializado en el fotomontaje y ofreciendo servicios de reportajes de bodas y comuniones.
Han existido otros estudios o laboratorios de relevancia como Ana Rua, Antonio Fernández Ferrer o la franquicia Fotosistema ubicada en calle Larga, pero también figuras y aficionados de buen nivel emparentados de una u otra manera a la fotohistoria portuense que realizaban su trabajo de forma independiente, como Carmelo Ciria Pino (1942) vinculado a la figura del poeta Rafael Alberti y que realizó innumerables cursos de enseñanza fotográfica al igual que la agrupación Cliché ubicada en calle San Sebastián o la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia. Rafael Monclova Valles (1933-2004), persona entrañable y querida en el gremio que aunque trabajó en la banca durante muchos años, también estuvo afiliado al Grupo Sindical Nacional de Fotógrafos Profesionales y durante toda su vida atesoró una magnífica colección de cámaras fotográficas. Rafael Ortiz y Vinuesa “Faly” (1950), de aquí para allá en las entregas de premios del Casino o el Club Náutico entre otras actividades. Francisco Bernal Rosso (1965), docente y especialista en iluminación, tiene varios ensayos publicados sobre estas técnicas. Marcos Lamparero Mampel, residente en Sevilla y dedicado a la moda. Francisco Javier Navarrete (1963) meritorio cartelista de Semana Santa. Antonia Flores Cebrián “Toñy” (1965), entregada en cuerpo y alma al reportaje social. Francisco Sánchez Toronjo (1974), profesor y afín al mundo publicitario. José Ignacio Delgado Poullet (1959) técnico del servicio de Patrimonio Histórico que realiza tareas de recopilación del material de nuestro pasado. Y Francisco Bononato Rosso (1974) que llegó a tener estudio en calle Valdés 38 (anteriormente perteneció a la firma sevillana Martín Iglesias), tocando todos los palos, pero que hoy está dedicado íntegramente a lo que se denomina fotoperiodismo de bodas, traspasando fronteras locales gracias a las nuevas tecnologías.
(publicado en Diario de Cádiz los días 17 de marzo, 23 de junio y 4 de agosto de 2013)
Según dicen los decires los fotógrafos de estudio o de galería como también eran llamados, siempre fueron un miembro más de la familia, teniendo en cuenta que cámara en mano se encontraban en los acontecimientos más sobresalientes de la misma, en todo un recorrido de la vida de lactantes a senectudes.
Era la época donde se iluminaba para embellecer con naturalidad, se revelaba el material con recelosas fórmulas químicas aprendidas de antaño, se retocaban las placas a mano con pinceles de un solo pelo y sobre todo donde la figura del fotógrafo en la sociedad era un hermoso y respetado oficio nada desvirtuado.
Estudios Pantoja
Fundado por el asidonense José Pantoja Leal (1907-2000). Hombre versátil que además de la fotografía se dedicó a la representación de máquinas de coser Singer, a los créditos Rucas e incluso al mobiliario del hogar. El estudio fotográfico primigenio se encontraba en la calle Larga 80, donde además de atender a los portuenses, se destaca la intensa actividad realizada en los inicios de la Guerra Civil en 1936 para los carnets de afiliación de los soldados (muchos de ellos italianos). Con posterioridad el oficio lo aprende y lo ejerce hasta los años 90 su hijo mayor José María Pantoja del Puerto (1928-2001), que trasladado en calle Ganado 14, sigue realizado hasta su jubilación fotografías para las tarjetas de comuniones y álbumes de bodas.
Estudios Garpre
Fundado el 1 de abril de 1960 por Antonio García Estévez (1920-1990) y en la que ayudaba siendo una magnífica retocadora su esposa Presentación Cómez Oller (de ahí el nombre Garpre, de García y Presentación). El estudio estaba ubicado en la calle Luna 5. Se especializaron en retratos y recién casados (antes los novios se desplazaban al estudio fotográfico nada más terminar la ceremonia). Andando el tiempo es su hijo Manuel García Cómez (1945) quien además de realizar las labores propias del estudio, comienza a trabajar en el exterior del mismo para el Club Mediterráneo, la firma bodeguera jerezana González Byass o el parque acuático entre otros clientes con los que mantiene una larga relación laboral. La actividad de Estudios Garpre concluye en 2003, pero debemos mencionar en este sentido que existe una tercera generación de fotógrafos en la figura del hijo de Manuel García, Victor M. García Ruiz (1974) pero ya bajo la denominación comercial de Fotoartistica Oller (que toma el apellido de su abuela) y que actualmente se mantiene en activo en la Avenida El Tejar 10.
Estudios Cinephot
Fundado en 1975 por Antonio López Morilla (1926-2000), su esposa Antonia García Morales (1937) y su hermano José María (1942-1988). Dos años antes se instalan aquí venidos de la ciudad marroquí de Fez residentes desde 1960, donde ya tenían dos estudios fotográficos. Con anterioridad habían viajado por Francia y Argelia donde Antonio realizaba fotografías de reportaje y moda que se publicaban en las revistas ilustradas del momento.
En 1973 llegan a El Puerto y compran un local en calle Larga 84 para instalar un completo estudio con todos los adelantos técnicos: fondos pintados, cámara de placas Sinar 9x12 y Rolleiflex 6x6, un laboratorio a color…etc, así como la venta de material para aficionados que demandaban películas y revelados de copias, quedando divididas las funciones en Antonio como fotógrafo, realizando fundamentalmente retratos, bodas, bautizos y comuniones, José María en el laboratorio revelando las copias y Antonia, de gran personalidad y don de gentes, en la atención al público y como ayudante de su marido en el estudio. Cinephot es actualmente el estudio fotográfico más antiguo de la ciudad ya que sigue en activo gracias a la figura de José Luis Ramos Cairón y Ana María Guerrero García (sobrina de los fundadores), de los que hablaremos más adelante.
Rafael Pérez González, Rafa
Iba para delineante, trabajó como ebanista en bodegas Fernando A. de Terry, pero terminó siendo testigo irrenunciable a pulso fotográfico de la verdadera historia de esta ciudad en los sesenta, los setenta y los ochenta. En su totalidad se llamaba Rafael Pérez González (1931-1990), pero era conocido y es reconocido aún hoy por el apócope de Rafa. Sus coetáneos en tareas profesionales, sus amigos y familiares coinciden siempre para definirlo con los mismos adjetivos, pero sobre todo destacan su admirable talante humano y un registro visual propio planteado en sus múltiples facetas.
Rafa era el quinto de seis hermanos. Nacido en el barrio alto, concretamente en Cruces 37, residió en esa vivienda hasta que contrajo matrimonio con María José Pellicer Salas con la que tuvo cinco hijos; María José, Isabel, Rafael, Javier y Raúl. Los dos últimos siguieron la estela de su padre y son dos buenos profesionales que realizan proyectos fotográficos de publicidad, moda y reportaje social. Su vida la desarrolló en calle Cielo 70, donde comenzaba encendiendo las luces de su estudio y las terminaba apagando para trabajar en la penumbra roja del laboratorio.
Todo indica que Rafa comenzó a interesarse por la fotografía a través de su profesor Emilio Rasero Pardo (1909-1974), destacado aficionado de este medio que tanto ha ayudado a documentar las actividades de la ciudad en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Rafa cruzó el Estrecho y compró en Ceuta su primera cámara, una Kodak con la que inició una carrera que le llevó a publicar en revistas gráficas, la agencia EFE así como en las tareas de poner foto a los artículos que escribían los redactores de DIARIO DE CÁDIZ, especialmente los de su buen amigo Antonio Femenía. Aunque en tantos años de actividad gráfica también hubo otros a los que ilustrarles las crónicas, como Antonio Gutiérrez Ruiz o José Ignacio Buhigas, actual archivero municipal, que cuenta cómo cada día se llevaba a la redacción de la gaditana calle Ceballos las copias fotográficas recién secadas que Rafa revelaba con diligencia cotidiana.
La actividad enérgica y polivalente de este fotógrafo iba del exterior, realizando imágenes de inauguraciones municipales, autoridades públicas, el mundo taurino, entregas de premios, festividades religiosas, paisajes urbanos, política, personalidades, bodas y bautizos… al interior de su estudio tomando fotos familiares, retratos de niños, fotocarnet y comuniones.
Pionero que fue del fotoperiodismo desde el tardofranquismo a los primeros lances de la democracia, Rafa es una figura imprescindible para trazar la singladura fotográfica de nuestra particular sociedad.
Estudios Pielfort
Aún en activo y con varios hermanos dedicados íntegramente a la profesión de fotógrafos entre Jerez y Sanlúcar, Rafael Pielfort Romero (1949) montó en 1971 su primer estudio en régimen de alquiler en calle Palacios 37, para posteriormente comprar una casa en calle Luna 41 donde instaló un completo y moderno plató donde atendía a sus clientes; bodas, comuniones, trabajos publicitarios para firmas bodegueras o empresas del sector turístico. Como inquieto empresario que era Rafael Pielfort se convirtió en 1993 en uno de los fundadores de la cadena de televisión local Telepuerto, donde desarrolló el primer cargo de consejero delegado de la firma audiovisual que estuvo emitiendo ininterrumpidamente diecisiete años seguidos. Tras los nuevos métodos de trabajo, el estudio Pielfort cerró tras dos laboriosas décadas.
Estudios Miguel Ferrer
Fundado en 1994 por Miguel Ángel Ferrer Martí, nacido en Chanca 4 en el invierno de 1958, y proveniente de una familia alicantina (Calpe) establecida aquí como otras tantas atraídas por la importante actividad pesquera que tenía por aquellos años nuestra ciudad.
Recuerda Miguel Ferrer que su primer encuentro formativo con el medio fotográfico lo realiza junto a su hermano Vicente a principios de los 70 a través de la asociación de antiguos alumnos del colegio La Salle, donde se impartían cursos de iniciación.
Varios años después en el verano de 1975 comienza a colaborar activamente con Estudios Garpre en el Club Mediterráneo donde instalaron un laboratorio de blanco y negro y le hacían fotografías de recuerdo a los turistas que allí pasaban sus vacaciones. Esa colaboración con Antonio y Manuel García dura dos décadas, hasta que Miguel Ferrer junto a su esposa Isabel Palomero Ruiz de Arévalo, de la que insiste ha sido su apoyo incondicional, se independizan en el estudio sito en Avenida de la Constitución 3, donde aún continúan trabajando, junto a su cuñado Rafael Palomero que se incorpora años después en las labores de atención al público y el revelado de copias.
Miguel Ferrer ha prestando siempre mucha atención en la actualización de equipos de revelado desde los primeros Minilab, tanto para los aficionados y ofreciendo servicio a los profesionales. Asimismo como desde sus inicios sigue realizando bodas, actos sociales o las fotos de carnet y de estudio.
Estudios Cinephot (II)
La modernización y segunda etapa de Estudios Cinephot, que llega a tener tres locales en la ciudad (calles Larga 84, Antonio Fernández Sevilla 13 y Rodrigo de Bastidas 10) vienen de la mano de la pareja comprendida por José Luis Ramos Cairón (1964) y su esposa Ana María Guerrero García, sobrina de los fundadores.
José Luis se incorpora al estudio como dependiente en 1983, pero no tardó en quedar seducido por el medio y comenzó a formarse en técnicas de iluminación, revelados, marketing… para convertirse en fotógrafo profesional. Se especializa en retratos y bodas, convirtiéndose en uno de los profesionales más prestigiosos en esta materia de la ciudad, con su característica Hasselblad de la que no se separa hasta la llegada de los nuevos formatos digitales.
Andando el tiempo el inquieto y modernizador José Luis sigue asistiendo a talleres especializados de maquetación y programas de retoque, así como actualizando los servicios del negocio para sus clientes con kioscos digitales de autoservicio o ampliaciones de calidad impresas con plotter.
Estudios Chany
Fundado en 1997 por Sebastián Sánchez Jiménez (1971), aunque profesionalmente Chany comienza a trabajar en las lides fotográficas una década antes. El estudio se encuentra situado en la Avda. del Ejercito 13, y está especializado en reportaje social y niños. Actualmente es miembro de la junta directiva de AFOPCA (Asociación de fotógrafos profesionales de la provincia de Cádiz)
Estudios Sí Quiero
Fundado en 2002 por Miguel Sánchez Ivars (1978). Está situado en una preciosa casa típica portuense en Plaza de España 4, y además de fotografía realizan producción de vídeo y organización integral de bodas. Persona dinámica, Miguel Sánchez está muy vinculado al mundo cofrade y al asociacionismo comercial de la ciudad.
Estudios Alejandro
Fundado en 2011 por Alejandro Barroso Ricardi (1973). Está situado en la Avenida de la Diputación 1, una zona de gran alusión a nuestro caldo más característico, ya que el estudio se arropa entre las conocidas Bodegas Terry y el parque del Vino Fino. Formado de manera autodidacta y seducido por el disparo de la cámara Miranda Re2 de su padre, Alejandro Barroso se fue introduciendo poco a poco en el medio fotográfico con intenciones más creativas. Y lo hizo en los años 90 desde la perspectiva singular y plástica que ofrece el mundo cofrade en general y la Semana Santa en particular, llegando a conseguir cinco carteles oficiales en los concursos que organiza cada año el Consejo de Hermandades. Tras casi dos décadas alternando su trabajo en el ámbito de la construcción con el fotográfico, Alejandro Barroso se decide plenamente por la segunda actividad, creando un gabinete especializado en el fotomontaje y ofreciendo servicios de reportajes de bodas y comuniones.
Han existido otros estudios o laboratorios de relevancia como Ana Rua, Antonio Fernández Ferrer o la franquicia Fotosistema ubicada en calle Larga, pero también figuras y aficionados de buen nivel emparentados de una u otra manera a la fotohistoria portuense que realizaban su trabajo de forma independiente, como Carmelo Ciria Pino (1942) vinculado a la figura del poeta Rafael Alberti y que realizó innumerables cursos de enseñanza fotográfica al igual que la agrupación Cliché ubicada en calle San Sebastián o la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia. Rafael Monclova Valles (1933-2004), persona entrañable y querida en el gremio que aunque trabajó en la banca durante muchos años, también estuvo afiliado al Grupo Sindical Nacional de Fotógrafos Profesionales y durante toda su vida atesoró una magnífica colección de cámaras fotográficas. Rafael Ortiz y Vinuesa “Faly” (1950), de aquí para allá en las entregas de premios del Casino o el Club Náutico entre otras actividades. Francisco Bernal Rosso (1965), docente y especialista en iluminación, tiene varios ensayos publicados sobre estas técnicas. Marcos Lamparero Mampel, residente en Sevilla y dedicado a la moda. Francisco Javier Navarrete (1963) meritorio cartelista de Semana Santa. Antonia Flores Cebrián “Toñy” (1965), entregada en cuerpo y alma al reportaje social. Francisco Sánchez Toronjo (1974), profesor y afín al mundo publicitario. José Ignacio Delgado Poullet (1959) técnico del servicio de Patrimonio Histórico que realiza tareas de recopilación del material de nuestro pasado. Y Francisco Bononato Rosso (1974) que llegó a tener estudio en calle Valdés 38 (anteriormente perteneció a la firma sevillana Martín Iglesias), tocando todos los palos, pero que hoy está dedicado íntegramente a lo que se denomina fotoperiodismo de bodas, traspasando fronteras locales gracias a las nuevas tecnologías.
fotoperiodismo.pdf |
De trazas y extravíos del fotoperiodismo
Un profuso grupo de profesionales del periodismo gráfico gaditano son oriundos de El Puerto. Fotógrafos que durante varias décadas han ofrecido testimonio de la realidad informativa.
(publicado en Diario de Cádiz el 20 de octubre 2014)
En el morral que cada periodista gráfico lleva consigo como alma pareja, no solo caben cámaras, objetivos y libretas, también encuentran hueco venturas y desventuras propias de un oficio que tiene un razonable espíritu de ubicuidad. En ese ejercicio de observadores públicos y de la realidad colectiva, los fotógrafos de prensa también son sabedores que un día apremia solaz la noticia y en otro se es testigo irrefutable del duelo ajeno.
No puede entenderse el mundo moderno sin el significado y el acento iconográfico que ha producido el fotoperiodismo en centuria y media de recorrido, desde que los avances técnicos y los mecanismos conceptuales (las rotativas de bobina continua, el fotograbado con semitonos o las transformaciones sociopolíticas), permitieron colocarlo en el epicentro mismo de la información. Un lapso que ha servido, con una voluntad de exploración continuada, para reproducir y crear un gran retablo de ilustraciones del todo. Un baño de imágenes, multiplicado tras la vívida era digital, que los medios de comunicación con más o menos acierto se han encargado de poner en danza.
Y en lo que respecta al vedado gaditano, en el que un servidor está incluido, con gran apego y a lo largo de varias décadas un buen número de profesionales han ejercido este género fotográfico. Como David Clares Pozo, que comenzó a publicar a principios de los 90 en el desaparecido semanario El Puerto Información. Actualmente trabaja en los circuitos de velocidad más importantes y difunde sus imágenes en revistas y plataformas especializadas en el deporte de las dos ruedas a través de su agencia Photoclick. Agustín Álvarez Oreni, que comenzó a publicar a finales de los 80 en El Periódico del Guadalete y continuó haciéndolo en los diarios del grupo Publicaciones del Sur, tanto en El Puerto como en Jerez. Juan de Dios Corzo Domingo, que también realizó una intensa labor periodística en esos años en las páginas del Información. José Ferrer Morató, colaborador de las páginas del extinto Diario 16, de El Mundo y sus suplementos especiales y hoy metido de lleno en el periodismo gastronómico. Ha viajado intensamente por Europa, América Latina o el Magreb para realizar reportajes de carácter humanista. Javier Ríos Reyes, originario de Málaga, es ingeniero técnico en explotaciones forestales y colaboró algunos años con La Voz de Cádiz para terminar creando la empresa Fotoplanet especializada en publicidad y fotografía aérea a través de un zeppelín teledirigido. Javier Gálvez Castro, polifacético e independiente, ha realizado trabajos para revistas como Parques Empresariales, proyectos editoriales sobre motociclismo, así como cursos a través de su estudio 24x36mm. Jorge Roa Pérez, que desde su posición de funcionario municipal ha nutrido a los medios de las imágenes habituales de la vida política y administrativa de la ciudad como ruedas de prensa, inauguraciones y actos públicos. Asimismo realiza fotografías de los edificios más emblemáticos, la naturaleza, la cultura y las actividades festeras que sirven para ilustrar las distintas plataformas de reclamo turístico e histórico de la localidad; páginas webs, carteles e incluso participa en el proyecto editorial de carácter institucional El Puerto en imágenes.
Alfonso Carreto Ruiz, Fito, todo un referente del fotoperiodismo de la baja Andalucía que lleva trabajando ininterrumpidamente más de 30 años en estas lides. Aunque ha colaborado con medios como El País y Cambio 16, es conocido por las imágenes que publica en los periódicos del Grupo Joly, especialmente en DIARIO DE CÁDIZ. Destacan sus trabajos relacionados con las regatas y los toros. Ha expuesto en espacios de arte y galerías su obra más personal y pertenece al colectivo sevillano CoberturaPhoto. Andrés Mora Perles, que comenzó a trabajar en la delegación de El Puerto de DIARIO DE CÁDIZ dos años después de su apertura en 1988 y que aún sigue ilustrando la realidad de la ciudad en esas páginas. Durante unos años también lo hizo como corresponsal gráfico en Puerto Real. Borja Benjumeda Lobato, estudió en el IES La Granja y comenzó su andadura profesional en el año 2000 en Diario de Sevilla para posteriormente publicar durante un lustro en Diario de Jerez. Paralelamente ha publicado en la revista especializada en surf 3sesenta así como en la deportiva Don Balón. Es socio fundador de El Independiente.
Existen otras firmas emergentes como Adrián Morillo González, Mauricio Buhígas León o Miguel Ángel Páez Hernández, que han publicado en diversos medios y que cuentan con buena formación académica. Saben combinar sus conocimientos históricos de la fotografía con las técnicas y planteamientos más actuales. Como denominador común están preocupados por la antropología cultural y la sociedad que les rodea tomando imágenes del flamenco, la tauromaquia o los oficios manufactureros.
(publicado en Diario de Cádiz el 20 de octubre 2014)
En el morral que cada periodista gráfico lleva consigo como alma pareja, no solo caben cámaras, objetivos y libretas, también encuentran hueco venturas y desventuras propias de un oficio que tiene un razonable espíritu de ubicuidad. En ese ejercicio de observadores públicos y de la realidad colectiva, los fotógrafos de prensa también son sabedores que un día apremia solaz la noticia y en otro se es testigo irrefutable del duelo ajeno.
No puede entenderse el mundo moderno sin el significado y el acento iconográfico que ha producido el fotoperiodismo en centuria y media de recorrido, desde que los avances técnicos y los mecanismos conceptuales (las rotativas de bobina continua, el fotograbado con semitonos o las transformaciones sociopolíticas), permitieron colocarlo en el epicentro mismo de la información. Un lapso que ha servido, con una voluntad de exploración continuada, para reproducir y crear un gran retablo de ilustraciones del todo. Un baño de imágenes, multiplicado tras la vívida era digital, que los medios de comunicación con más o menos acierto se han encargado de poner en danza.
Y en lo que respecta al vedado gaditano, en el que un servidor está incluido, con gran apego y a lo largo de varias décadas un buen número de profesionales han ejercido este género fotográfico. Como David Clares Pozo, que comenzó a publicar a principios de los 90 en el desaparecido semanario El Puerto Información. Actualmente trabaja en los circuitos de velocidad más importantes y difunde sus imágenes en revistas y plataformas especializadas en el deporte de las dos ruedas a través de su agencia Photoclick. Agustín Álvarez Oreni, que comenzó a publicar a finales de los 80 en El Periódico del Guadalete y continuó haciéndolo en los diarios del grupo Publicaciones del Sur, tanto en El Puerto como en Jerez. Juan de Dios Corzo Domingo, que también realizó una intensa labor periodística en esos años en las páginas del Información. José Ferrer Morató, colaborador de las páginas del extinto Diario 16, de El Mundo y sus suplementos especiales y hoy metido de lleno en el periodismo gastronómico. Ha viajado intensamente por Europa, América Latina o el Magreb para realizar reportajes de carácter humanista. Javier Ríos Reyes, originario de Málaga, es ingeniero técnico en explotaciones forestales y colaboró algunos años con La Voz de Cádiz para terminar creando la empresa Fotoplanet especializada en publicidad y fotografía aérea a través de un zeppelín teledirigido. Javier Gálvez Castro, polifacético e independiente, ha realizado trabajos para revistas como Parques Empresariales, proyectos editoriales sobre motociclismo, así como cursos a través de su estudio 24x36mm. Jorge Roa Pérez, que desde su posición de funcionario municipal ha nutrido a los medios de las imágenes habituales de la vida política y administrativa de la ciudad como ruedas de prensa, inauguraciones y actos públicos. Asimismo realiza fotografías de los edificios más emblemáticos, la naturaleza, la cultura y las actividades festeras que sirven para ilustrar las distintas plataformas de reclamo turístico e histórico de la localidad; páginas webs, carteles e incluso participa en el proyecto editorial de carácter institucional El Puerto en imágenes.
Alfonso Carreto Ruiz, Fito, todo un referente del fotoperiodismo de la baja Andalucía que lleva trabajando ininterrumpidamente más de 30 años en estas lides. Aunque ha colaborado con medios como El País y Cambio 16, es conocido por las imágenes que publica en los periódicos del Grupo Joly, especialmente en DIARIO DE CÁDIZ. Destacan sus trabajos relacionados con las regatas y los toros. Ha expuesto en espacios de arte y galerías su obra más personal y pertenece al colectivo sevillano CoberturaPhoto. Andrés Mora Perles, que comenzó a trabajar en la delegación de El Puerto de DIARIO DE CÁDIZ dos años después de su apertura en 1988 y que aún sigue ilustrando la realidad de la ciudad en esas páginas. Durante unos años también lo hizo como corresponsal gráfico en Puerto Real. Borja Benjumeda Lobato, estudió en el IES La Granja y comenzó su andadura profesional en el año 2000 en Diario de Sevilla para posteriormente publicar durante un lustro en Diario de Jerez. Paralelamente ha publicado en la revista especializada en surf 3sesenta así como en la deportiva Don Balón. Es socio fundador de El Independiente.
Existen otras firmas emergentes como Adrián Morillo González, Mauricio Buhígas León o Miguel Ángel Páez Hernández, que han publicado en diversos medios y que cuentan con buena formación académica. Saben combinar sus conocimientos históricos de la fotografía con las técnicas y planteamientos más actuales. Como denominador común están preocupados por la antropología cultural y la sociedad que les rodea tomando imágenes del flamenco, la tauromaquia o los oficios manufactureros.
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Emociones y creatividad del arte de la imagen
Los espacios expositivos de El Puerto han tenido presente la importancia de la fotografía como expresión artística contemporánea. Grandes firmas nacionales ha mostrado su obra de forma concluyente.
(publicado en Diario de Cádiz el 2 de febrero 2014)
En el repaso histórico que el medio fotográfico ha realizado por nuestra ciudad desde tiempos decimonónicos, no puede faltar su aspecto más creativo e independiente. Y es que desde distintas organizaciones privadas y públicas; ayuntamiento, obras sociales, fundaciones, galerías...…siempre han tenido en cuenta a la hora de programar esta disciplina del arte y a los autores que la profesan.
Una de las primeras muestras que recuerdo organizada con gran acierto por el Servicio de Fomento y Promoción Cultural fue la del sevillano Atín Aya (Sevilla, 1955-2007) en el hotel Monasterio San Miguel en 1995. Un artista de gran sensibilidad para el retrato que supo intercalar muy bien sus obligaciones como reportero de prensa en medios como ABC y Diario 16 con su obra más personal. A pesar de su prematura desaparición, Atín Aya supo crear una iconografía imprescindible para interpretar las formas de vida de la Baja Andalucía. Muy presentes en sus imágenes se encuentran los pueblos, las fiestas populares, lo taurino o las marismas del Guadalquivir. Este servicio municipal de cultura, en el que se encuentra al frente Antonio Ahucha, preocupados por el impulso contemporáneo de la imagen fotográfica en la sociedad, también atrajo a la ciudad en varias ocasiones importantes muestras como los premios FotoPres organizados por la fundación La Caixa. Asimismo se han preocupado en ofrecer oportunidades de mostrar el trabajo de fotógrafos creadores emergentes en los distintos espacios municipales, como en la ya extinta Sala Pozuelo o la de Alfonso X el Sabio.
La galerista Milagros Delicado en su larga trayectoria también supo interpretar con acierto la importancia y relevancia de la fotografía en el arte actual. Uno de los nombres apegados desde el inicio de su actividad ha sido el de Manolo Laguillo (Madrid 1953). Un creador reconocido en el medio como uno de los paisajistas más importantes del país que ha desarrollado una significativa labor pedagógica y editorial desde los años 70. En el trabajo de Laguillo puede verse con una fuerte carga conceptual su interés por las transformaciones urbanísticas de grandes ciudades como Barcelona o Valencia.
Otra obra social y cultural que siempre tuvo en cuenta en su programación a la fotografía como medio de expresión creativa ha sido la de Caja Inmaculada desde su céntrica sala en Plaza Isaac Peral. Por este bello espacio expositivo de la CAI, antaño la fábrica de la luz, han pasado nombres de peso como el aragonés Rafael Navarro (1940) que mostró en 2006 una serie de desnudos femeninos bajo el título de Ellas, el del pamplonés Carlos Cánovas (1951) que colgó en 2008 su magistral serie Paisaje Anónimo o el del isleño Julián Ochoa (1961) que en 2011 presentó un resumen sumamente poético de su ensayo El Tercer Ojo, tras una década recorriendo media docena de países como la India, Tailandia o Birmania. También tuvieron su sitio en 2012 los maestros de la fotografía contemporánea china que componen la colección Ruiz-Zulueta, un valioso tesauro que incluye artistas del país asiático de gran trascendencia internacional como Chen Jiagang, Xing Danwen o Hong Hao. Por último no podemos olvidar las interesantes proyecciones audiovisuales de carácter documental del gaditano Gonzalo Höhr (1979) sobre la situación de hambruna en Níger, y de Carlos Duarte (1972) basada en sus viajes por Etiopía o Malí. Así como de la presencia en mesas redondas y conferencias del alicantino Ricardo Cases (1971) o la del profesor de periodismo e historiador de la fotografía Miguel Bobo Márquez (1950) sobre la figura del cronista gráfico de la Restauración, el jerezano Juan Comba García.
Dignos de encomio también son los espacios privados que durante décadas han prestado sus instalaciones en un ejercicio de tutela desinteresada y mecenazgo a inquietos artistas provinciales. El caso más destacable es el del café-galería Blanco y Negro situado en la peatonal Ricardo Alcón 10, que ha estado capitaneado por Juan Cebrián durante 25 años. Este espacio ha ofrecido oportunidades a los artistas plásticos con ganas de mostrar sus trabajos, y donde siempre ha tenido un lugar preferencial la fotografía más creativa.
(publicado en Diario de Cádiz el 2 de febrero 2014)
En el repaso histórico que el medio fotográfico ha realizado por nuestra ciudad desde tiempos decimonónicos, no puede faltar su aspecto más creativo e independiente. Y es que desde distintas organizaciones privadas y públicas; ayuntamiento, obras sociales, fundaciones, galerías...…siempre han tenido en cuenta a la hora de programar esta disciplina del arte y a los autores que la profesan.
Una de las primeras muestras que recuerdo organizada con gran acierto por el Servicio de Fomento y Promoción Cultural fue la del sevillano Atín Aya (Sevilla, 1955-2007) en el hotel Monasterio San Miguel en 1995. Un artista de gran sensibilidad para el retrato que supo intercalar muy bien sus obligaciones como reportero de prensa en medios como ABC y Diario 16 con su obra más personal. A pesar de su prematura desaparición, Atín Aya supo crear una iconografía imprescindible para interpretar las formas de vida de la Baja Andalucía. Muy presentes en sus imágenes se encuentran los pueblos, las fiestas populares, lo taurino o las marismas del Guadalquivir. Este servicio municipal de cultura, en el que se encuentra al frente Antonio Ahucha, preocupados por el impulso contemporáneo de la imagen fotográfica en la sociedad, también atrajo a la ciudad en varias ocasiones importantes muestras como los premios FotoPres organizados por la fundación La Caixa. Asimismo se han preocupado en ofrecer oportunidades de mostrar el trabajo de fotógrafos creadores emergentes en los distintos espacios municipales, como en la ya extinta Sala Pozuelo o la de Alfonso X el Sabio.
La galerista Milagros Delicado en su larga trayectoria también supo interpretar con acierto la importancia y relevancia de la fotografía en el arte actual. Uno de los nombres apegados desde el inicio de su actividad ha sido el de Manolo Laguillo (Madrid 1953). Un creador reconocido en el medio como uno de los paisajistas más importantes del país que ha desarrollado una significativa labor pedagógica y editorial desde los años 70. En el trabajo de Laguillo puede verse con una fuerte carga conceptual su interés por las transformaciones urbanísticas de grandes ciudades como Barcelona o Valencia.
Otra obra social y cultural que siempre tuvo en cuenta en su programación a la fotografía como medio de expresión creativa ha sido la de Caja Inmaculada desde su céntrica sala en Plaza Isaac Peral. Por este bello espacio expositivo de la CAI, antaño la fábrica de la luz, han pasado nombres de peso como el aragonés Rafael Navarro (1940) que mostró en 2006 una serie de desnudos femeninos bajo el título de Ellas, el del pamplonés Carlos Cánovas (1951) que colgó en 2008 su magistral serie Paisaje Anónimo o el del isleño Julián Ochoa (1961) que en 2011 presentó un resumen sumamente poético de su ensayo El Tercer Ojo, tras una década recorriendo media docena de países como la India, Tailandia o Birmania. También tuvieron su sitio en 2012 los maestros de la fotografía contemporánea china que componen la colección Ruiz-Zulueta, un valioso tesauro que incluye artistas del país asiático de gran trascendencia internacional como Chen Jiagang, Xing Danwen o Hong Hao. Por último no podemos olvidar las interesantes proyecciones audiovisuales de carácter documental del gaditano Gonzalo Höhr (1979) sobre la situación de hambruna en Níger, y de Carlos Duarte (1972) basada en sus viajes por Etiopía o Malí. Así como de la presencia en mesas redondas y conferencias del alicantino Ricardo Cases (1971) o la del profesor de periodismo e historiador de la fotografía Miguel Bobo Márquez (1950) sobre la figura del cronista gráfico de la Restauración, el jerezano Juan Comba García.
Dignos de encomio también son los espacios privados que durante décadas han prestado sus instalaciones en un ejercicio de tutela desinteresada y mecenazgo a inquietos artistas provinciales. El caso más destacable es el del café-galería Blanco y Negro situado en la peatonal Ricardo Alcón 10, que ha estado capitaneado por Juan Cebrián durante 25 años. Este espacio ha ofrecido oportunidades a los artistas plásticos con ganas de mostrar sus trabajos, y donde siempre ha tenido un lugar preferencial la fotografía más creativa.